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Foto del escritorRabia Revista

EL FIN DEL MUNDO DE "LOS".

Actualizado: 26 jun 2020


Que no, que el lenguaje no es machista, que es un delirio su modificación, que no tiene nada que ver con nada. Que sí, que el lenguaje invisibiliza, que es importante y legítima su ampliación. Que no, que la RAE se va a enojar; que sí, que la misma naturaleza del lenguaje nos habilita.


Mientras tanto, algunes tratan de utilizar el lenguaje inclusivo cada vez con mayor fluidez (sobre todo, los grupos jóvenes). Otres se niegan a hacerlo y, si lo hacen, es con ánimos de burla; sin notar que, las más de las veces, quedan expuestes en su propio desconocimiento acerca de cuestiones lingüísticas y políticas, proponiendo a risas la modificación en palabras como “auto, mesa, jarrón”.


Pero, entonces: ¿le damos la bienvenida sin más al morfema /e/ que viene a destartalar aquello “tan sagrado que aprendimos en la escuela”? ¿Qué piensan les especialistas acerca del Lenguaje inclusivo? ¿Qué fundamentos para utilizarlo nos llegan desde la Lingüistica en general y la Sociolingüística en particular?


Se puede llegar a pensar que estamos frente a un acto de rebeldía lingüística sostenido por argumentos infantiles o que todo es una moda feminista que pronto pasará si no le damos soga. No lo creo. La propuesta del lenguaje inclusivo viene de la calle, conversa fluidamente con las cuestiones más importantes de la Lingüística y viene cargada a llevarse puesta la normativa.


Nada más errado que pensar que se trata de una propuesta sin sustancia ni sustento:


Primer fundamento: el lenguaje no es estático. Si lo fuera, como nos dice Roberto Arlt, seguiríamos hablando el idioma de las cavernas. Pero no es así, no decimos “et” como nexo yuxtapuesto ni “fermosura” (porque ha surgido, en algún tiempo, nuestra “h”).


El lenguaje y su carácter diacrónico, destacado por Saussure en “Curso de Lingüística General” (1916), lo hace esencialmente mutable a lo largo del tiempo. Ni es lo que fue, ni será para siempre lo que es hoy.


Y no. El cambio no se debe a que la Real Academia Española se reúne, un lunes a la hora del té, para inventar palabras que nos amplíen el idioma, como “murciégalo” o “haiga”. Se debe a que la masa hablante, por diferentes factores y sin ningún permiso institucional, comienza a utilizar las palabras de distinta manera. Luego sí, la RAE se reúne, quizá a la hora del té, a decidir si pasa a ser válido o no tal concepto, pero ¿acaso debe importarnos? ¡Hay más de un millón de hablantes en la calle diciendo “ahre”! ¿Qué tanto importa, entonces, la RAE? Institución sobre la que la mayoría de “los conservadores” jamás han leído un informe oficial.


Segundo fundamento: el lenguaje puede ser modificado de forma consciente. Desde la Sociolingüística, disciplina en la que se reconocen y estudian los diferentes dialectos de cada idioma, se comprende la posibilidad de que una comunidad lingüística decida sobre sí misma de forma intencionada.


Por ejemplo, dentro de una comunidad de streamers, que dialogan principalmente con adolescentes, se usan términos inventados como “ndeah”, “de ruta”, “buenardo”, que no son utilizados, salvo algunas excepciones, en comunidades conformadas por adultes.


Y si al lenguaje lo dibujamos, le ponemos más letras y significados, ¿qué mejor que hacerlo por una lucha como aquella que exige visibilizar a las mujeres, les trans y nobinaries? ¿Por qué no alegrarnos de haber hallado una forma de nombrarnos?


Tercer fundamento: la gramática no está sexuada, sí lo está su uso. Una cosa es que la gramática española tenga género, como muchas otras gramáticas, y que a ese género se le haya llamado históricamente femenino o masculino. Otra muy diferente es que el genérico, a la hora de referirse a personas, deba ser masculino. Eso es, sin dudas, ideológico.


¿Por qué si nueve mujeres y un hombre de la ciencia desarrollan juntes la vacuna contra el COVID-19 en CONICET, el titular de la noticia debe decirnos que diez “científicos” están haciéndolo? No alcanza con que la investigación sea liderada por una mujer (Juliana Cassataro, en este caso), si no son todas mujeres, entonces no serán ni una:



Alejandro Raiter, titular de la cátedra de Sociolingüística en la UBA, nos dice que si no hubiese un problema de invisibilización e imposición de fondo, esto podría ser un mero fenómeno gramatical, pero lo hay. Nuestra capacidad de producir y comprender lenguaje se ve limitada por la normativa que nos enseñan en las escuelas, por ejemplo. Esto es una imposición, nos dice, porque no hay nada en la gramática que indique que todo esto deba hacerse así.


La realidad es que algo hay, algo nos hace, además, “las enfermeras” o “los médicos”, “las amas de casa” o “los empresarios”, etc. Algo nos hace “las” y “los” y a algo nos lleva también. Cuando existe una opresión social y cultural que se perpetúa en el lenguaje, éste deja de ser un detalle y pasa a ser una herramienta de opresión.


La imposición es política y responde al mundo de y para los hombres blancos y heterosexuales.


Cuando decimos, “hola, chicos” ¿a quiénes estamos saludando realmente? ¿A quiénes no estamos nombrando? ¿Qué pasa si elijo decir “chicas”? ¿Rompo la gramática o la norma impuesta?


Cuarto fundamento: el lenguaje es ideológico, no es un mero instrumento de comunicación. Nadie puede pensar sin hacer uso del lenguaje ni puede decodificar un mensaje sin crear una imagen ideológica o moldear una ya existente. Según Teun Van Dijk, los acontecimientos comunicativos están revestidos por cierta carga ideológica, que está llena de supuestos e ideas, y no es individual sino que se conforma socialmente.


Cuando decimos “todos los autores de la historia” o “todos los presidentes del mundo” (en vez de “todes” y “les”), ¿quién ve, en su mente, otra cosa que hombres?


El peligro consiste en que en nuestra idea de mundo, “todos los presidentes” y “todos los escritores” se tornen hombres y, por esto, destinemos a quienes son mujeres, trans o nobinaries a una liguilla de segunda, llena de personas supuestamente menos idóneas, porque “todos los presidentes y todos los escritores de la historia y del mundo son hombres, y los demás tienen que demostrar que pueden serlo”.


Como nos dice Patricia Sornosa, humorista española, si nos dicen que Fulano es el mejor abogado del país, pensaremos en que él es, precisamente, el mejor abogado del país. En cambio, si decimos que Fulana es la mejor abogada del mismo país, pensaremos que ella es la mejor abogada mujer de allí. Como en un torneo de segunda, Fulana puede ser la mejor de las suyas pero no será mejor que un Fulano, no en nuestras mentes (al menos, hasta que ella lo demuestre).


Quinto fundamento: la “e” no es ajena al sistema morfológico Español. En un idioma en el que contamos con palabras como “estudiante, adolescente, etc.”, oponerse al “niñe” o al “hije” es sólo una resistencia algo caprichosa.


Sexto fundamento: todos los fundamentos anteriores fluyen como un río, no hay contradicción entre ellos.


Mientras las burlas y la RAE sean instrumentos de opresión, el uso del lenguaje inclusivo será nuestra rebelión. Porque el hecho de que exista la posibilidad de un cambio, ya desata la polémica y la discusión.



La x y la @, descartadas por su imposible pronunciación, y el “todos y todas” no tan eficaz por su falta de economía lingüística, dieron lugar, finalmente, a la llegada de la “e”. No es casual ni precipitado. Detrás del reclamo hay reflexión y teoría.


Una lucha como esta, encarada por un grupo oprimido para alcanzar su visibilización y su consecuente liberación, nos debería resultar legítima a todes. Sin embargo, estamos acostumbrades a la resistencia de les que defienden el status quo. Incluso, el status quo del lenguaje, por el que jamás se han preocupado tanto, ¿por qué será que ahora sí?


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