En pleno pico de contagios, dirigentes de la oposición y distintos medios de comunicación convocaron a manifestarse en contra de muchas y distintas causas partidarias.
En promedio, durante los últimos diez días, son 6.345 los casos de contagios de Coronavirus diarios en nuestro país. Hasta ahora es el pico más alto que ha tocado la Argentina durante esta pandemia, aunque esto parece no importarle a un sector de la población. En la memoria colectiva quedaron atrás varios momentos que, al fin de cuentas, no ocurrieron hace tanto. Pasaron solo 296 días desde aquel 27 de octubre en el cual Alberto Fernández ganó las elecciones presidenciales encabezando el Frente de Todos y Mauricio Macri se comprometió a formar parte de una oposición responsable. También, otros 152 días desde que los principales diarios del país utilizaron la misma tapa, la cual decía “Al virus lo frenamos entre todos. Viralicemos la responsabilidad”.
Atrás quedaron los aplausos diarios de las 21hs. Hoy en día el personal de salud promedia dos muertes por día y ya son más de 17.000 los contagiados. Sin embargo, la sociedad parece no encontrar motivos para agradecer la inmensa labor que desarrollan cuidando a los enfermos. La oposición llama a manifestarse mientras su mayor representante se encuentra cómodamente en Francia. La Nación e Infobae aportan su postura difundiendo los horarios y puntos de encuentro. El personal de salud, lejos de ser reconocido, es agredido por vecinos de su propio edificio. Pero, ¿cómo llegamos a esto? Hoy vivimos una realidad contradictoria y compleja que se apoya, en gran medida, en el rol de los medios hegemónicos de comunicación.
Es conocido el costo político que obtuvo el Peronismo a cambio de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual del año 2009. En consecuencia, es conocido el papel que jugaron los medios de comunicación durante la campaña de las elecciones de 2015. En ese sentido, no nos podría agarrar por sorpresa la irresponsabilidad con la que algunos diarios, canales de televisión y periodistas se manejan en estos días.
El problema es que hoy por hoy la situación es mucho más delicada: se está poniendo en riesgo la vida de la gente. Si bien el rol de los comunicadores debería ser siempre el de informar de manera responsable, en una situación semejante a la que estamos viviendo incumplir esa premisa puede ser letal. El más mínimo gesto, como tomar dióxido de cloro frente a una cámara, puede significar la muerte para un chico de cinco años en plena víspera del día de la niñez. Imaginemos entonces lo que puede costar una marcha multitudinaria en las principales ciudades del país.
Esta manifestación se instaló como autoconvocada, pero con el pasar de los días fue difundida por distintos dirigentes de la oposición. Quienes durante su gobierno removieron los cuadros de San Martín de los interiores de la Casa Rosada y lo quitaron de los billetes, el pasado 17 de agosto se animaron a citarlo para convocar a la movilización. Hemos visto desde remeras con la cara de Videla hasta banderas a favor del patriarcado, agresiones a trabajadores de C5N y una horca de madera con la consigna “Libertad o Muerte” tallada en la parte superior. Tan solo algunas referencias para visualizar con qué nivel de odio se concluye a estos encuentros en dónde nadie sabe bien en contra de qué se está protestando puntualmente.
Resulta comprensible que la gente esté cansada de estar en cuarentena, de no poder trabajar con normalidad y hasta incluso de no poder concretar reuniones sociales. Por esto, no ignoramos que el Estado se debería ocupar de los trabajadores informales, de quienes en la actualidad no pueden abrir su negocio y de aquellos niños y niñas que no tienen el acceso a la conectividad para concurrir a las clases virtuales. Y también debemos mencionar la labor de muchísimas organizaciones a lo largo y ancho del país que, a través de ollas populares y colectas, se ocupan de que no falte un plato de comida o un abrigo en esos lugares donde el Estado no llega (como ya te veníamos contando acá). La pandemia ha mostrado la enorme desigualdad que habita en nuestro país y también su enorme capacidad solidaria, en la cual cada uno utiliza las cacerolas como puede y quiere.
Ahora bien, ¿hasta qué punto los medios pueden tomar una postura partidaria que sobrepase el bien común? Al Peronismo no le alcanza con el anuncio de la producción de la vacuna de Oxford para tener paz, tampoco con la reestructuración de la deuda, y muy probablemente no le alcanzará con salir de la pandemia siendo uno de los países con menos muertos por cada millón de habitantes, como lo es al día de hoy. Quizás esa sea la razón de por qué los conductores de TV festejan con puño cerrado cuando sus colegas dicen que podríamos llegar a los 10.000 contagios por día, por más escalofriante que suene. El gobierno de Alberto y Cristina puso la salud por encima de la economía desde el día uno de esta pandemia, por eso lo único que podrá subsanar la herida de una elección perdida en primera vuelta hace menos de un año será que el oficialismo falle en este objetivo.
¿Qué rol debemos cumplir como sociedad en este escenario?
Aquel que los distintos diarios, programas de TV y periodistas abandonaron hace tiempo: el de ser responsables y seguir cuidándonos, para así cuidar a los demás. El de atender a las medidas e informaciones oficiales, el de entender que fuera de casa hay un virus que no tiene cura y la única solución, por ahora, es frenar la circulación. El de cumplir con el distanciamiento social y todas las medidas de higiene, el de utilizar correctamente el barbijo, el de ser solidarios y comprensivos.
Alberto Fernández le pidió a la población que, de equivocarse, saliera a la calle y se lo hiciera saber. Cada persona tiene derecho a manifestarse y a expresarse libremente. Pero pongamos la lupa sobre ciertos reclamos y entendamos que la cuarentena no es nuestra enemiga, sino nuestra única solución por el momento.
Que queden lejanos los “challenges” de hacer jueguitos con un rollo de papel higiénico o los hobbies que aprendimos durante estos meses. O no, pero que no quede lejano ese cuidado que tuvimos durante los primeros días de cuarentena, cuando el virus circulaba mucho menos que hoy. Que no quede lejana la responsabilidad.
Por Pablo Bedecarrás.
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