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  • Foto del escritorRabia Revista

RESURGIR DESDE LA COMUNIDAD.

Desde que el coronavirus comenzó su expansión por el mundo, surgieron muchas hipótesis acerca de las modificaciones que generaría en lo conocido y muchas propuestas acerca de cómo enfrentarlas y ver el futuro inmediato. Con la imposibilidad de una cuarentena eterna y contra las lógicas de una salida que apunte a un mayor individualismo, desde los subsuelos de nuestro país surgen redes de contención con potencial para una salida humanista a la crisis.



La pandemia de COVID-19 llegó de manera inesperada y sin pedir permiso para irrumpir en la normalidad que existía en el planeta Tierra, aunque la misma implicaba formas de producción y extracción que favorecían situaciones límite como la actual, con su correspondiente impacto en la sociedad. Los trabajos en condiciones de hacinamiento, el extractivismo y la falta de controles para bajar los costos son una muestra de ello.


Sin embargo, lo que pasó pasó y lo que queda quedará. Los que quedamos quedaremos con una marca generacional para contar a les que vengan y la existencia, de mínima, tendrá que cargar con los meses que pasamos lidiando con el coronavirus.

Muchas voces quieren predecir qué vendrá en las formas de vivir y de relacionarse en la tan anunciada nueva normalidad. Hace ocho meses siete mil millones de personas desconocían la existencia de un virus con origen animal y de muy fácil propagación entre las personas, por lo que pronosticar a largo plazo en este momento es soñar.


Pero soñar es un refugio y, en contextos de incertidumbre como el actual, cualquier refugio puede venir bien. Por eso, desde los sueños y con la esperanza de fundirse en el sueño colectivo, la nueva normalidad aún en construcción es un terreno que debe ser disputado.


Lo que sabemos:


La situación de emergencia dejó en evidencia un sistema desigual, con carencias y necesidades que debían resolverse ayer y vieron cómo el hoy les presentaba una nueva barrera. Para ejemplificar brevemente: la situación de Emergencia Alimentaria había sido reconocida por el Congreso el año pasado y la de Emergencia Social hacia fines de 2016.


También dejó en evidencia un Estado limitado en cuanto a alcances y posibilidades de responder a todes por igual. Las buenas intenciones chocan por televisión con los poderes reales, los bolsillos atormentados durante los cuatro años de macrismo son testigos de una verbalizada fuerza de voluntad que no alcanza el ritmo vertiginoso de la caída económica mundial.


En el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) los canales de aire de la capital se concentraron en mostrar en continuado a aquelles que infringían la cuarentena. El discurso predominante contra “los vivos” y “los idiotas” ponía el ojo en las violaciones a una medida que buscaba el cuidado de toda la sociedad. Lejos de las cámaras de televisión, a veces alcanzados por las de los celulares, efectivos de las fuerzas de seguridad que se excusaban en la protección de la salud pública golpeaban y humillaban a personas que detenían en las calles, en su enorme mayoría de los sectores populares. Hoy lo siguen haciendo.


Lejos de las cámaras también se gestaron las alternativas no vigilantes al problema sanitario. Las nuevas formas de construir lazos sociales, la búsqueda de fortalecer los existentes y ofrecer sostenes colectivos se multiplicaron a lo largo y ancho de todo el país. Después de todo solo el pueblo salvará al pueblo.



Lo que podemos soñar:


La extensa red comunitaria de nuestro país es uno de los soportes más plurales y activos que están en funcionamiento actualmente. Un sinfín de organizaciones sociales, iglesias, clubes de barrio, movimientos campesinos y ONG’s permean en lo más profundo de la realidad social y cotidiana. La llegada directa hacia el pueblo que tienen dichos grupos sociales pueden ser el punto de partida para un resurgir desde la comunidad hacia un futuro que permita integración, justicia social y reconocimiento de derechos.


Todos los días de la semana, desde hace años, esas comunidades se organizan para dar respuestas a necesidades inmediatas en cada localidad. La postpandemia debe tener en cuenta el trabajo que realiza el pueblo día a día y la acción del Estado debe reconocer lo que ya se hace para potenciar soluciones y lograr la llegada efectiva de las ideas que vienen “de arriba”. Apuntar bien los cañones de las políticas públicas implica elaborarlas junto a quienes mejor conocen los padecimientos, las carencias y las potencialidades.


Los acuerdos en las localidades y los barrios, en el territorio concreto y el barro de la calle, son las primeras muestras visibles de cómo lograrlo. También los programas federales impulsados por el gobierno nacional, como “El Barrio cuida al Barrio” o “El Estado en tu barrio”, permiten ver una salida desde la lógica de la cooperación y el cuidado colectivo.


“El sueño” tiene la posibilidad de dejar de ser una herramienta discursiva y puede transformarse en acción y realidad.

Desde esa convicción, miles de personas en todo el país se han sumado a acciones solidarias que buscan disminuir el impacto negativo de los efectos de la pandemia. Miles de pequeñas comunidades organizadas surgen al calor de la necesidad dándole vida a la máxima “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”.


Después de cuatro años de gobierno de Cambiemos/Juntos Por el Cambio que buscaron reimponer una lógica individualista, meritócrata y de desprecio por la organización, la respuesta de la enorme mayoría de la sociedad argentina fue que acá no se rinde nadie. Los episodios masificados no deben dejarnos caer la guardia ni darnos por vencides, pues lo que viene deberá ser la etapa de la organización, que vence al tiempo.


Movimientos sectoriales, movimientos sociales, movimientos religiosos, movimientos deportivos, movimientos sindicales; muchos movimientos se crean todos los días en Argentina. Somos una gran nación y un gran pueblo, debemos convencernos de eso para convencer del país que queremos construir.



La postpandemia no tiene fecha de llegada, pero sí sabemos que grupos minoritarios mostraron los dientes afilados listos para cazar (y trazar) la nueva normalidad, la del disciplinamiento forzoso y el pánico social. Pues somos mayorías quienes cada día, desde distintos rincones, oponemos a eso los principios humanistas, los valores solidarios y el compromiso de la acción para rescatar y rescatarnos de los problemas. Una nueva Argentina inclusiva podrá surgir desde la base de la Argentina actual, la de la mano al vecino mayor que no puede salir a comprar y la de la vecina que sale para sostener una olla que da de comer a 200 personas. Somos ese país y somos quienes lo vamos a seguir construyendo, construyamos comunidad y potenciemos nuestra capacidad humana instalada.


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