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  • Foto del escritorRabia Revista

HASTA QUE NO HAYA CLÓSET.

Actualizado: 29 jun 2020

Nacemos y crecemos en un mundo en el que se espera, desde nuestro nacimiento hasta el día de nuestra muerte, que seamos cis y heterosexuales. Es decir, que nuestro género se corresponda con nuestro sexo, que nuestro sexo encaje en una categoría de lo binario y que, además, nos atraiga eróticamente el sexo opuesto. Esto oprime a las disidencias, privándolas de aprender acerca de sí mismas y de expresarse respecto a sus deseos.


Este encierre fue históricamente llamado “enclosetamiento”. Así, el clóset fue tomado como una prisión en la que entrás un día, cuando te reconocés homosexual, bisexual, transexual, etc., y del que salís una vez, definiéndote para siempre. Pero ¿Es realmente así? ¿Es salir del clóset siempre un momento, cuando puede implicar abrir tantas puertas personales y sociales a lo largo de nuestras vidas? Puertas que, además, un día pueden abrirse expresando una cosa y, otro día, otra.



Debemos entender que no siempre se trata de una salida repentina que le dice al mundo algo que dura hasta el último suspiro de nuestras vidas. Existe un proceso constante. Uno fluctuante y reacio a las etiquetas. Y que, a veces, lo único que sabe es que no encaja en los patrones que les fueron sentenciados.


De esto, cabe decir ahora y hasta el cansancio, que no todes lo viven igual porque no estamos inmerses en los mismos cuerpos y contextos.


Este proceso tiene que ver primero con lo personal. La construcción de la identidad puede durar, según algunas teorías, toda nuestra vida y pasar, entonces, por muchas posibilidades. Sin embargo, hay presentes en los que podemos reconocernos por fuera de la cisheteronorma y queremos vivir plenamente aquello que estamos sintiendo.



Acá empieza lo conocido o lo que muches creen conocer, aquello de lo que todes se atreven a hablar: la salida del clóset. “Si estás orgulloso de lo que sos, decilo”, “No tiene nada de malo ser lesbiana, no te cierres”, “Amor es amor”, “El clóset sos vos misme”, etc. Frases que, aunque las digan con buena intención, no abandonan jamás la violencia. No sólo juzgan nuestra valentía en un entorno realmente hostil sino que niegan la opresión o la distorsionan. Ni se trata únicamente de amor, ni estamos autoenclosetades.


Del otro lado de lo interno o del armario, están les otres. Les que nos perciben desde afuera. Y el afuera es nuestra familia, son nuestres amigues, son las instituciones donde trabajamos, y/o donde aprendemos, son el país donde vivimos, el mundo que recorremos, los medios. Por ende, en esta salida no hay una puerta ni dos, ni tres. Tal vez ni siquiera haya puertas. Lo que sí hay es violencia. Hay burla, exclusión familiar e institucional, “correctivos”, discursos de odio, leyes ausentes y otras tantas injusticias.


Para algunes, postergar su salida es salvar su propia vida o preservar su integridad física. Para otres, es evitarse el despido de su empleo o el desprecio de sus padres. Hay quienes lo hablan con sus amigues pero saben que luego deberán hacerlo con la familia y, después, en cada sitio cishetenormado en el que se presenten, lo que les genera tedio. Hay infinitos motivos para la postergación.


Cuando salimos del clóset, lo que tratamos de decir es: “No encajo en lo que me dijeron que debía encajar”. Y no, si fluctuamos, no lo haremos por moda o porque estamos aburrides. Cuando decimos lo que somos y lo que queremos, lo somos y lo queremos.



Si hay un clóset del que queremos salir de una vez y para siempre, es el gigante que encierra a todas las disidencias. Si hay uno, es ese que queremos destruir juntes hasta que no exista más. Es la norma y quienes la defienden.


Si hay un clóset es aquel que tiembla cada 28 de junio, porque hay una salida colectiva que copa las calles y las redes con sus identidades y con sus colores. Si hay uno, es el que se debilita con cada Ley adquirida, aquel que sucumbió ante la despatologización de la homosexualidad hace 30 años. Aquel que seguirá haciendo daño pero, queremos creer (necesitamos creer), cada día lo hará un poco menos.


Si hay opresión, habrá lucha social, habrá puja, habrá corazón. El clóset también se va a caer.



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